lunes, 10 de marzo de 2014

Judy Henríquez: La Gran Señora de la Actuación

Judy Henríquez, la Gran Señora de la televisión, recibirá el próximo sábado el premio India Catalina a Toda una Vida, en el marco del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI)   

Ricardo Rondón Ch.

"Sí, Judy, tú te lo mereces".

El eco viene de las antípodas siderales, donde Bernardo Romero Pereiro, siguiendo las lecturas de vedas, gnósticos y rosacrucistas, debe haber transmutado en un haz de luz perpetua.

"Tú te lo mereces, Judy", resuena en los tímpanos de la Gran Dama de la actuación colombiana, íntegra en sus cualidades y virtudes, tanto en la vida personal como en el oficio histriónico, que eligió cuando apenas era una niña.

Da envidia con Romero cuando ella lo menta con sumo cariño, como si él nunca se hubiera desprendido de su amada, como si hubiera abandonado la escafandra mortal para dejarle intacta el alma, su voz y aliento, el amor inconmensurable que siempre sintió por ella.

"Para mí Bernardo nunca se ha ido. Hablo con él todos los días. Sigue siendo mi amigo, mi confidente, mi gran amor".

Claro que da envidia de la buena escuchar de labios de Judy estas palabras, en épocas turbulentas que nos acontecen, donde las relaciones de pareja sucumben a diario en el mar oscuro de los acabóses por el ego desmedido y la intolerancia.

Cuando Judy evoca a Bernardo, se le saltan las lágrimas: una gotitas cristalinas que lucen en sus ojillos negros como pepitas de corozo, que ella sabe combinar con una hermosa sonrisa, y que no necesita de más palabras, porque ese gesto resume la satisfacción y la honra de que ese hombre, Bernardo, se haya cruzado enhorabuena en su camino, que haya sido el padre de sus hijas, Ximena y Adriana, y también el gestor y promotor de su carrera actoral.

Por eso Henríquez asume que el premio que le concederá el próximo sábado el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI), el 'Víctor Nieto' a Toda una Vida, es un galardón compartido con Bernardo, un reconocimiento -el más importante que se concede en televisión-  a un sinnúmero de esfuerzos, de arduas batallas y desvelos, cosechados a pulso y en el mano a mano del trabajo, el talento y la coherencia.

Cuando Judy Henríquez suba al escenario a recibir la estatuilla de la India Catalina -réplica de la estatua cartagenera, testigo silente de la trágica muerte del bardo del Sinú Raúl Gómez Jattin-, seguro que atenderá en lo más hondo de su corazón las palabras de su amado: "Sí, Judy, tú te lo mereces", y entonces tendrá que desbaratar en segundos el nudo en la garganta para pronunciar las palabras de gratitud que ya se presagian:

"Gracias Bernardo por muchos de los personajes que tú me escribiste, de las obras que tú me dirigiste, de las enseñanzas y de los regaños. Este premio es para ti, y también para mis hijas y mis nietos, para la gente con la que he trabajado durante tantos años, y sobre todo, para el público, el maravilloso público: es de ustedes".

Y besará emocionada la estatuilla, y una vez más, una enésima vez, sus relucientes ojillos negros, como pepas de corozo, estallarán en lágrimas.

Entonces, el país televidente de varias generaciones, celebrará henchido de generosidad y beneplácito el oportuno premio a la gran actriz, a la incomparable dama, porque todos en algún instante de nuestras vidas nos reconocimos pudorosos en sus retratos histriónicos, como cuando deseamos estar en los zapatos de Luis Mesa, en 'Señora Isabel', con el único propósito, húmedo por cierto, de saber del fragor que un imberbe debe sentir cuando logra trastornar la líbido de una mujer que en ese entonces podría tener la edad de nuestras mamás, sin escrúpulos ni reticencias moralistas, con esa inocencia y esa temeridad de su protagonista en el libreto, pero más con la altura personal y actoral conque ella encaró el personaje.

Recordaremos también a la vieja Sara, de Escalona, su nobleza, su sabiduría y su temple ante la adversidad, esa memorable Sara que en 1992 le valió una India Catalina, y pare de contar con todo lo que ha hecho Judy no sólo en televisión sino en radio, teatro, cine, periodismo y hasta en música, sí, porque Judy en lunas tempranas se reveló bolerista, y por ahí debe rodar entre desvanes un acetato, antes de tomarse en serio su carrera actoral, y si apuntamos 'en serio', es porque a la par de la calidad y la virtud, está en ella el profesionalismo, la disciplina, la honestidad, palabras hoy en desuso en la desafinada fanfarria en que se ha convertido la actuación en pantalla, y más cuando un actor o actriz emerge ligero y plástico, cual mercancía china, del baratillo de un reality.

"Soy una persona que sigo respetando al director, que atiendo sugerencias y me ciño al libreto, que llego puntual, que no tienen que repetirme la letra. Creo que eso es lo que me ha mantenido vigente".

Henríquez aseguró el enterarse de la noticia del premio por iniciativa de Salvo Basile (Presidente del FICCI),que llegó a tener un poco de temor: "¿Será que ya no me quieren ver trabajar más", me pregunté. "¿O será al revés? Como quiera que sea, yo sigo adelante".

El pronóstico no puede ser más edificante y alentador, conociendo su desbordante vitalidad, la de un ser humano que jamás se ha dejado vencer, que ha sido ejemplo de optimismo y fortaleza para sus hijas en los capítulos más difíciles, y que subraya su vigencia no en los padrinazgos ni en los incómodos guiños faranduleros de 'lobby' y cócteles, sino en la cátedra magistral que ella dicta cuando le presta el cuerpo, el alma y la memoria a un personaje.

Esa es Judy Henríquez y el aplauso unánime rasgará el velo de la noche, ojalá una noche estrellada de Cartagena, con el rumor estival mar adentro, escenario perfecto para su consagración terrenal, inmortal en el devenir de los años: Toda una Vida.

"Sí, Judy, tú te lo mereces".
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