miércoles, 10 de septiembre de 2014

'Cacique' Tovar, el arrocero que hacía llover dinero

De izquierda a derecha: James el 'Cacique' Tovar, Diomedes Díaz, y el locutor y hombre del espectáculo Álvaro Alcides Álvarez, más conocido como el 'Triple A'. Foto: Héctor Sarasti
Ricardo Rondón Ch.

Hay luto en El Rodadero,/ el cielo se puso gris,/ y un acordeón lastimero/ despide al buen arrocero/ que repartía su dinero/ como si fuera maíz./ Enciendan velas de pilón/, que ha muerto el ‘Cacique’ Tovar,/ ahora descansa en paz/ porque acompaña al juglar/ en ese eterno lugar/ a donde todos somos llamados,/ pobres y potentados/, cada quien con su cada cual.

Así podría rezar el coro de un paseo vallenato en el pecho bronco y de eco sabanero de Poncho Zuleta, para despedir a un personaje que se hizo célebre en el turístico balneario samario por compartir parte de sus fructíferas ganancias, entre los más necesitados.

Amaba el vallenato y a su máximo ídolo, Diomedes Díaz. Era devoto de la Virgen del Carmen, la misma a la que cantó y sublimó el ‘Cacique de la Junta’. Era parrandero, y cuando los rones le enrevesaban las neuronas, hacía llover desde sus pródigas manos billetes de diferentes denominaciones, desde lo alto de un edificio de El Rodadero, en Santa Marta.

El único problema era que para menguar la juma y continuar con el jolgorio, le daba por tomar sopa de pescado. Y fue una espina de bocachico, una ganzúa de hueso de las vértebras, la que se le atravesó en la laringe y le dio el tiquete para emprender el viaje sin regreso al reino de los párpados cerrados.

El arrocero James Tovar con su señora madre, durante la celebración de uno de sus cumpleaños. Foto: Archivo particular
James Tovar Barreto, como su alter ego de la música de acordeones, apodado ‘El Cacique’, heredero de una familia pudiente de El Espinal (Tolima), por antonomasia cultivadores y empresarios de arroz, falleció en la noche del pasado martes en la Clínica Asunción de Barranquilla, acosado por una masa que se le formó por el filamento, que le truncó la respiración, y que en últimas le produjo la muerte.

No frisaba los 40 años. Pero hizo de su existencia un remolino macondiano entre los plantíos de arroz, sus aventuras donjuanescas con beldades del Tolima y de la Costa, sus interminables parrandas en cualquier patio o tarima donde sonaran vallenato, en la Guajira, en Valledupar, en La Arenosa, en Santa Marta, un fervor extremo que lo llevó a seguir el rastro impenitente de Diomedes Díaz para expresarle su cariño y admiración.

Y se las ingenió para acceder a él. Sucedió en 2012, por intermedio del reconocido locutor Álvaro Alcides Álvarez, más conocido en el medio del espectáculo musical como el ‘Triple A’, quien se lo puso en suerte a José Zequeda, manager de Diomedes, justo el día de su cumpleaños, en 2012, cuando el artista cumplía a un compromiso musical en Santa Marta y se hospedaba en un apartamento del Complejo Vacacional ‘Los Trupillos’.

Hasta allí llegó el ‘Cacique’ Tovar después de la presentación de su ídolo, ya ‘jaladito’ de tragos, pero con la expectativa de conocer en persona al cantante de quien conservaba sus éxitos discográficos y decenas de vídeos de parrandas que en toda la costa ofrece al por mayor la vocinglería pirata.

Esa noche, el ‘Cacique’ Tovar y el ‘Cacique de la Junta’, se estrecharon en un abrazo ‘quiebrahuesos’ como si fueran compadres de años. El arrocero no pudo contener lágrimas emocionadas y se despachó en palabras entrañables. Acto seguido, se despojó de una gruesa cadena de oro tejida en filigrana, con una placa en la mitad que inscribía la palabra Cacique.

“Diomedes, hermano mío, yo a usted lo quiero como un hijue…”, fueron las palabras entrecortadas de Tovar, mientras veía su regalo ceñido al cuello del juglar. Luego vinieron fotos, vídeos, parabienes. Al final, Tovar se fue a seguirla a su apartamento del edificio Palanoa, en el sector de El Rodadero, desde cuya ventana del quinto piso arrojaba dinero, un acto filantrópico que repitió en varias oportunidades, y no necesariamente picado por el licor y la euforia del vallenato.

James Tovar con otro de los artistas de sus afectos, el compositor e intérprete vallenato Omar Geles. Foto: Archivo particular 
También lo hizo en sano juicio y a la luz del día. Cuando no desde la ventana de su refugio, como un ciudadano de a pie, en los sectores populares de Santa Marta, inmerso entre carperos, bicitaxistas, playeros, vendedores ambulantes y varados de esquina, los invitaba a degustar arepa de huevo con refresco, para luego repartirles el efectivo en porciones de cien, doscientos y hasta quinientos mil pesos -como narra el periodista Héctor Sarasti, quien fue jefe de prensa en la última etapa de Diomedes Díaz-, tal cual hizo con un humilde samario que arrastraba el drama de un hijo adolescente aquejado de una penosa enfermedad. Y sin una rupia para el tratamiento.

Cuenta Sarasti que el primer acto de generosidad con los desafortunados fue el 30 julio de 2013, día en que Tovar arrojó cinco millones de pesos en billetes de cincuenta y veinte mil. Esas dádivas se repitieron con frecuencia y fueron reseñadas con espectacularidad por medios nacionales, hasta mayo del presente año, la última vez, cuando las autoridades lo amonestaron por alterar el orden público. Tovar, para no hacer un alto en su propósito altruista, recurrió a repartir mercados con su producto estrella: arroz en bolsas de diferentes libras. A partir de ahí, no se volvieron a conocer noticias suyas.

La última vez que el colega Sarasti vio al ‘Cacique’ Tovar fue el 25 de diciembre de 2013 en la plaza ‘Alfonso López’ de Valledupar, en las exequias de Diomedes Díaz. Dice el reportero que lo observó descompuesto, afligido, y que después de la misa lo vio involucrarse en el cortejo fúnebre, rumbo al cementerio de Ecce Homo, al norte de la capital del Cesar, última morada del controvertido compositor e intérprete guajiro.

Tovar, con toda la fortuna abonada en el trabajo y el esfuerzo de su familia, no presumía de lujos ni excentricidades. Nunca se le vio frecuentar establecimientos ostentosos ni hacer alarde de automóviles de marca. Vestía común y corriente. Quienes lo conocieron,  dan testimonio de su sencillez y bondad. Con frecuencia y donde quiera que se encontrara, depositaba una partida para los arreglos florales de la Virgen del Carmen.

Así lo hizo en Bogotá, en la iglesia que se erige en su nombre, donde coincidió con Diomedes antes que este ascendiera al cerro de Monserrate en señal de agradecimiento por haberle salvado la vida de un aparatoso accidente de tránsito en carreteras de la Costa. Fue la última vez en que los dos se vieron.


Nueve meses después del fallecimiento de Diomedes, Tovar se reencuentra con su ídolo en las veredas ineluctables del más allá: De cacique a cacique, cada quien con su cada cual.



Tovar entrega la cadena de oro a Diomedes Díaz: http://bit.ly/1AAyTuV

Fiesta de Diomedes Díaz pagada por James Tovar: http://bit.ly/1pRbtuQ

'Tovar en el apartamento de Diomedes, en Bogotá: http://bit.ly/1qkwy7b
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1 comentarios

  1. Muy buena la historia...apoyemos a este gran escritor que hacía Juan Sin Miedo y la farandula de El Espacio, allá yo lo leía... Hugo

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