domingo, 8 de febrero de 2015

Guacherna, circo y barbarie

El camión sin frenos que atropelló a trece personas durante la Guacherna barranquillera. Foto: elheraldo.com
Ricardo Rondón Ch.

La semana que pasó tiene los elementos y contrastes del país que a duras penas nos pertenece. Sólo para resumirlo en tres acontecimientos: La Guarcherna, esa fiesta popular que por antonomasia anuncia los vítores y las fanfarrias del Carnaval de Barranquilla, con su mitología caribe y su desenfreno carnestoléndico.
Con el festín del Rey Momo y su séquito de monocucos, toritos, marimondas y esperpentos descabezados, el maestro Fernando Botero llegó a su tierra con su flamante exposición de ‘El Circo’, muestra itinerante que viene en su recorrido de galerías y museos de Europa, para asentarse en el albergue que le corresponde: El Museo de Antioquia, en Medellín.

La tercera noticia, la más dramática y escalofriante, el vil asesinato de cuatro niños indefensos en un rancho de madera de una vereda de Caquetá, a manos de criminales de la peor índole y vesania, que dispararon a las cabezas de los infantes.

Guacherna, circo y barbarie. Cuando no el espectáculo del fútbol, que actúa como el bálsamo tranquilo de la droguería Rosas, para todas las dolencias, porrazos y moretones que nos deja a su paso los afanes y las premuras del agite cotidiano.

La parranda barranquillera dejó como saldo trece heridos, entre ellos varios menores, producto de una carroza que aludía una publicidad política y se quedó sin frenos, en medio de la euforia de los festejantes, gente del pueblo, del barrio, niños que salen a la calle a copiar lo que hacen los mayores, contagiados por una locura primigenia alterada por el licor que pasa de boca en boca.

El circo de Botero, con toda su monumentalidad, sus colores salvajes y su volimetría, es un acto de amor y solidaridad con la tristeza. No puede haber algo más triste que un circo pobre, que fue la inspiración del pintor antiqueño en su infancia, en los años de la precariedad, pero también en los tiempos posteriores a la celebridad, cuando en una de sus correrías irrumpió en la carpa hecha jirones del circo chino de Zihuatanejo, en el estado de Guerrero (México).

'El Circo', la nueva exposición del maestro Fernando Botero, en el Museo de Antioquia. Foto: elcolombiano.com
La de ‘El Circo’, enhorabuena para Colombia, quizás la muestra más poética, en su soledad y trashumancia, de los disímiles personajes del artista antioqueño, después de su serie de La Cárcel de Abu Ghraib, sobre los vejámenes y las torturas impuestas por el ejército gringo a los presos iraquíes.

El circo pobre de acróbatas, payasos, zanqueros y maromeros que nunca pudieron ver los niños Venegas Grimaldo, de 4, 10, 14 y 17 años, miembros de una familia humilde de agricultores, asesinados con tiros de gracia por sujetos que no merecen el calificativo de personas, ni siquiera de animales, ante tan abominable crimen. En manos de los doctos de la Real Academia de la Lengua está la creación de un nuevo y duro adjetivo que sintetice un acto de crueldad semejante.

No obstante, el país no se pronunció como se esperaba, dadas las dimensiones de la masacre. ¡Y con niños! Salvo el furor mediático, el pronunciamiento protocolario del presidente Santos y de las autoridades de rigor, la noticia de los infantes acribillados no les tocó el corazón a los colombianos, quizás porque no sucedió con una prestante familia de pergaminos en un acreditado colegio de Bogotá. Ahí sí, muevan cielo y tierra para capturar a los maleantes.

Los Venegas Grimaldo eran niños del campo, de una vereda remota en un departamento lejano de la geografía colombiana, donde se cocina con leña y en la noche hay que dejar el fuego encendido para que no arrimen las fieras del monte, más dóciles y llevaderas, por supuesto, que las que acabaron a bala con la parvada y emprendieron la huida. ¡Miserables!

¿Qué suerte podrá correr el hermanito de 12 años que logró escapar herido del exterminio? A una edad en que todo lo bueno y lo malo queda registrado para siempre en el cerebro. Inimaginable el estado en que se encuentran sus padres. El inmenso dolor que los embargará. El desconcierto total ante lo irreparable. El Estado deberá encargarse de su seguridad y estabilidad económica de ahora en adelante.
 
El rancho de madera que habitaban en una vereda del Caquetá los hermanos Venegas Grimaldo. Foto: vanguardia.com 
Se anuncia una marcha de protesta local, sólo local, en Florencia y en municipios aledaños que, por obvias razones, por la magnitud del crimen y por la inocencia de sus víctimas, debería repercutir en los colombianos de bien, en el territorio nacional.

Así una marcha, como todas las marchas, no sirva sino para cumplir a ese cometido: marchar, lucir una camiseta con un letrero contestatario, arengar contra la impunidad, dejar escapar esa rabia en el corazón que a todos nos atañe, a quienes somos padres y nos involucra hechos bárbaros y luctuosos como los del Caquetá.

Así la rutina tricolor avance entre pitos y tambores de guachernas, y la gente salga a la calle pintarrajeada a desocupar botellas de ron y a alebrestar el espíritu para que el cuerpo se desmane, y el circo de carpa remendada que nos corresponde continué a trastrabillazos sus funciones de maromas y acrobacias para pagar servicios públicos, alcabalas, canasta familiar y pensiones, y al final, para que el respetable público aplauda, quedar lo mejor presentados posible en la cuerda floja del discurrir diario, con esa sonrisa impuesta del cómico, que bajo los reflectores de la fantasía, elude la furia, la necesidad y el hambre.

Qué paradoja: después del alboroto mediático y la salida de chiros de la directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar por el escándalo -que no era para tanto- de Miss Tanguita, en el municipio de Barbosa (Santander), la señora Cristina Plazas se ha quedado corta en palabras y acciones para con los niños de la masacre caqueteña.

La sola presencia de la funcionaria en el lugar de los hechos, no es suficiente para tomar medidas al respecto. Y, la fuerza armada, que monte un operativo similar al caso del agente de la DEA para dar con el paradero de los homicidas.

Pero todo no puede ser malas noticias. Hay que celebrar, eso sí, con guacherna, la captura a mitad de semana de ese circense orangután blanco al que en el mundo del hampa, la extorsión y el narcotráfico, entre otros delitos, conocían con el alias de ‘Porrón’.

Un sujeto, en su porte y figura, aparentemente insignificante, pero con poderosa saña, que tenía azotado al departamento del Valle, particularmente Buga y Tuluá. El mismo que sacó corriendo a comerciantes y empresarios de toda la vida en esas localidades, a artistas como Juan Gabriel González ‘El Charrito Negro’, y a Faustino Asprilla, y que tenía amenazado con dos ‘pepazos’ al escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal.

Coinciden penalistas que el tal ‘Porrón’ podría pagar una condena hasta de 60 años. Ojalá así se cumpla. Que no vaya a ser una sentencia de culebrero, porque el bandido, como decimos en Colombia, “tiene toda la plata del mundo”, y sería de Perogrullo repicar que el cochino dinero lo compra todo, empezando por las frágiles conciencias que, entre jueces y togados, cada vez son más proclives y vulnerables.

A última hora nos enteramos de otro número, bien cirquero por cierto, como para trapecio entre farolas: que los barbudos de las FARC quieren tener en la mesa de diálogo de La Habana a la Miss Universo Paulina Vega, dizque con el ánimo de oír sus propuestas en camino de la anhelada paz.

Faltaba más, que le den un respiro a la bella barranquillera que apenas ha podido dormir a medias desde la noche en que la coronaron, atendiendo los telefonazos del tío Donald Trump, las incisivas entrevistas de la prensa internacional y los cuestionarios con preguntas “bien difíciles” que le llegan al correo de su chaperona, como para desgastar su diamantina sonrisa de triunfo con Márquez, Santrich, Catatumbo y su combo de camuflados.

Que la represente Raimundo Angulo, su jefe en la Banana Republic, quien desde la apoteósica noche del título, luego de 57 años de sequía de coronas universales, no para de hablar. Dicen en Cartagena que ‘don Rai’ ahora tiene horario de sonámbulo, y con ‘Cuba Libre’ incluida.
Share this post
  • Share to Facebook
  • Share to Twitter
  • Share to Google+
  • Share to Stumble Upon
  • Share to Evernote
  • Share to Blogger
  • Share to Email
  • Share to Yahoo Messenger
  • More...

0 comentarios

 
© La Pluma & La Herida

Released under Creative Commons 3.0 CC BY-NC 3.0
Posts RSSComments RSS
Back to top