domingo, 1 de marzo de 2015

Memorable recital de Fabio Polanco en la Casa de Poesía Silva

El maestro Fabio Polanco en el recinto sagrado de la poesía en Colombia. Foto: La Pluma & La Herida
Ricardo Rondón Ch.

Como una reivindicación de los tradicionales viernes culturales que en otras épocas se celebraban en el histórico barrio La Candelaria, de Bogotá, el viernes 27 de febrero, en la Casa de Poesía Silva, el bardo y compositor tolimense Fabio Polanco retomó esa añeja costumbre con un recital poético-musical que colmó de público las dos salas de la bella casona de estilo republicano, declarada Monumento Nacional.

Horas antes, el maestro Polanco hizo reconocimiento de los aposentos de la residencia donde vivió y murió el poeta bogotano José Asunción Silva (1865- 1896).  Observó con detenimiento las fotografías del autor de ‘Una noche’ (Nocturno III) y ‘De sobremesa’ exhibidas en la sala principal, recorrió con sigilo los vestíbulos que conducen al despacho de la dirección, se sentó frente al piano centenarista que ejecutaba Elvira Silva (hermana de José Asunción), y pletórico de cavilaciones y añoranzas, se dirigió al patio trasero de la pileta donde está ubicada la biblioteca.

El poeta frente al piano centenarista que ejecutaba Elvira, hermana de José Asunción Silva. Foto: La Pluma & La Herida
Justo a las 4:30 de la tarde, cuando ya las sillas de ambas salas estaban ocupadas, el maestro de ceremonias, reconocido compositor, cantante y pintor, Óscar Javier Ferreira, pronunció unas breves palabras protocolarias, en medio de la expectativa de los asistentes, quienes disfrutaban desde sus asientos de un exquisito ‘canelazo’.

Fue el comienzo de un acto cultural memorable que se prolongó por espacio de dos horas, entre lectura de poemas en la voz de Polanco, y musicalización de los mismos en la virtud de los Hermanos Tejada y el hermoso timbre de la cantante colombiana Bibiana, quien estuvo acompañada en el teclado y el cajón peruano por sus talentosos hijos.

El poema de apertura, ‘Tierra mía’, también interpretado por los Tejada, arrancó una salva de aplausos de los presentes, en una tarde de clima agradable en este recinto, la Casa Silva, templo sagrado de la poesía en Colombia.

Junto al retrato de la poeta María Mercedes Carranza. Foto: La Pluma & La Herida
El poeta evocó pasajes de distintas épocas de su prolífico quehacer como letrista, haciendo gala de su voz grave y pausada de declamador de antología. Recitó quimeras de la infancia, puntualizó en los versos del territorio que lo vio nacer, de sus primeras cuitas en los albores de la juventud, una oda costumbrista a su pueblo (Dolores, Tolima) donde refirió lugares, oficios, personajes, sanas tradiciones, y el esplendor de todos los verdes que engalana la fértil campiña tolimense.

Polanco le cantó a la sufrida y convulsionada patria, sacudida por los estertores dolorosos de la absurda guerra, pero también hizo hincapié en sus sonatas a la paz y a la esperanza, a esa reconciliación que toda Colombia anhela ansiosa.

Fue pródigo en sus versos enamorados, de ese ramillete, uno en especial que le dedicó a su señora esposa, lo mismo que otro profundo y conmovedor que provocó que se inundaran de lágrimas los ojos de algunas señoras: El que escribió para el décimoctavo aniversario del fallecimiento de su señora madre.

Óscar Javier Ferreira y Fabio Polanco en la pileta del patio trasero de la Casa de Poesía Silva. Foto: La Pluma & La Herida
Caía el velo de la noche sobre el tejado de la Casa Silva, cuando el poeta Polanco cerró su recital, pidiéndole el favor a los Hermanos Tejada que volvieran a interpretar la letra, en tiempo de bambuco, de su poema ‘Tierra mía’, que fue el introito de la cita poético-musical, y al finalizar, la gente emocionada se levantó de sus puestos a festejar, con cerrado aplauso, tan acertado remate.

Segundos después, Óscar Javier Ferreira tomó la palabra y sorprendió al poeta y a los presentes con un emotivo homenaje en ritmo de bambuco al oferente de esta celebración poética: Fabio Polanco. La letra arrojó noticias de su pasado, del terruño que lo vio nacer, de los años precarios de la adolescencia cuando tuvo que salir con su familia del pueblo, rumbo a Bogotá, huyendo de la violencia bipartidista; de los quehaceres y rebusques del jovencito en la gran ciudad, y de los esfuerzos y sacrificios en el trabajo y en la honra, hasta alcanzar el prestigio y la calidad humana como uno de los grandes empresarios y mecenas de la música en Colombia.

El público que abarrotó las dos salas de la Casa Silva, atento a los poemas de Polanco. Foto: La Pluma & La Herida 
“¡Que viva!, ¡Que viva!, ¡Que viva Fabio Polanco…!”, se oyó al unísono en la sala mayor, y el homenajeado, bajo la enorme foto tutelar de José Asunción Silva, agradeció emocionado a los más de cien espectadores que abarrotaron los espacios del caserón por donde ha desfilado lo más selecto de la poesía en Colombia, y de otras latitudes.

Luego vinieron los abrazos y saludos de felicitación, la firma de autógrafos en las tarjetas de invitación, y las fotos para el recuerdo de una tarde decorada con la inspiración y el verbo, con la palabra transfigurada en esa comunión del alma que es la poesía.

A la salida, parafraseando los primeros versos del ‘Nocturno III’ de Silva, nos envolvió con su manto “una noche…, una noche toda llena de perfumes y de música de alas”.
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