lunes, 24 de agosto de 2015

Fabio Polanco: la paz en la voz de un poeta

El maestro Fabio Polanco durante su clamorosa intervención poética por la paz de Colombia, en el salón 'Luis Carlos Galán', del Congreso Nacional. Foto: Jorge González. Imagon Multimedia
Ricardo Rondón Ch.

El pasado jueves 20 de agosto, en el salón Luis Carlos Galán de la Cámara de Representantes,  Congreso Nacional, se celebró el recital poético-musical Canción urgente por la paz de Colombia, en el verbo y la voz del poeta y compositor tolimense Fabio Polanco, acompañado en el piano por el maestro Jorge Zapata, y en la interpretación de sus letras por la talentosa vocalista manizalita Bibiana.

El emotivo y aplaudido acto cultural, al que asistió un promedio de setenta personas, tuvo como atractivo principal el estreno del vídeo El llanto de Bolívar, sentido relato épico de Polanco, dramática metáfora del Libertador que, en la inspiración del autor, cuando ha ascendido al cielo prometido luego de librar cruentas batallas por la causa libertaria de cinco naciones, retoma, por insinuación del Gran Tutor Celestial, el sendero de Santa Fe de Bogotá.

En abismal pesadilla, Bolívar se transmuta en una víctima más del caos que nos acontece, y su ánima vaga desconcertada por laberintos terroríficos infectos de locura y degradación, triste y desafortunada conclusión de que su misión en la tierra como pensador, estratega y baluarte de la independencia, ha sido en vano.

Bolívar, el invencible,/ el Gran Libertador, / el genio en Boyacá, /el de la Gloria Inmarcesible,/ ha sido derrotado, cita uno de los fragmentos de esta desgarradora epopeya, que al final desató una atronadora salva de aplausos del público, plato fuerte de esta gala poética de profunda reflexión que se prolongó por espacio de una hora y treinta y cinco minutos, en la que el bardo se explayó emocionado en un repertorio de versos inspirados en el hondo acontecer nacional, en la patria dolida y sacrificada por los vejámenes del desangre, la humillación y el secuestro, pero a la vez avivada por la esperanza de una redención, un borrón y cuenta nueva para tomarnos de las manos en el candor de la reconciliación y el anhelo de la paz, como puntualizó la maestra de ceremonia Ana María Roa.

A El llanto de Bolívar, con una duración de once minutos –documental que debería ser parte del pénsum de rigor en establecimientos educativos del país-, siguieron poemas de depurado lirismo -algunos musicalizados e interpretados por el pianista Zapata y su señora esposa Bibiana- como La tierra de mis amores, Inventé un mundo de paz, Estampas de guerra, Mercado de oprobio, Amargo final, La huida (que en los años 80 fue éxito en las voces de Ana y Jaime-, Si tomados de la mano, ¡Carajo! A mí qué me importa, Los sobrevivientes, Romance de la emboscada, Vieja calle y Tierra mía, para un total de veinte páginas de esmerada factura poética, en esa caja de resonancia que es la voz grave, pausada y marcial del vate Polanco.

En el punto final del recital, el respetable se puso de pie y aplaudió por varios minutos al oferente. Luego tomó la palabra el ex senador y ex representante a la Cámara Jairo Rivera Morales, oriundo de Dolores, Tolima, la patria chica del poeta, que en una alocución de refinada prosa y cultura a raudales, al mejor estilo de la oratoria romana en las voces de maestros como Cesare Lombroso y Enrico Ferri, destacó las virtudes, el talento y la dedicación de Polanco, no sólo como poeta y letrista sino como ser humano de francas luchas, esfuerzos y nobles ideales. En las postrimerías de la gala, los invitados compartieron una copa de champaña.

El bardo tolimense estuvo acompañado en el piano por el maestro Jorge Zapata y la voz de la talentosa intérprete manizalita Bibiana. Foto: Jorge González. Imagon Multimedia 
Desde los tiempos del poeta antioqueño Carlos Castro Saavedra (Medellín, Colombia 10 de agosto de 1924-3 de abril de 1989), autor de una prolífica obra de apego y compromiso nacional, y de unos de los poemas más relevantes en el contexto social, Camino de la patria, ningún otro bardo criollo como el tolimense Fabio Polanco había profundizado con incisiva pluma y sapiencia en temas que la mayoría de artistas e intelectuales de hoy esquivan o pasan de largo: el capítulo crucial que atraviesa el país con el cada vez más demorado y enrevesado proceso de paz.

De la paz, en la retórica política y demagógica, se ha hablado hasta el cansancio. Ni hablar en el espectro mediático: ríos de tintas, voces altisonantes entre el clamor, el optimismo y la derrota; análisis concienzudos y bagatelas de engrudo; pronósticos y aproximaciones de hipódromo. Es que ni el mismo gobierno entiende su propio libreto al respecto, y sólo Dios sabe cómo el jefe negociador en La Habana, Humberto de la Calle Lombana, no ha pedido una licencia para dejar su atribulado cerebro, por lo menos una semana, en manos de los facultativos de una clínica de reposo.

Paz y más paz. Paz en letreros y vallas por doquier, a lo largo y ancho del país, en la publicidad política pagada que cada cinco minutos aparece en radio y televisión, y de manera abrumadora en redes sociales. Paz en el escudo representado en la paloma dorada que nunca falta en la solapa del Señor Presidente de la República, y en las de su equipo de colaboradores. Paz como un estribillo de mañana, tarde y noche; paz en el papel y en la pared. Paz como un ofertazo del día en la voz desgañitada de un pregonero de baratillo. La pregunta que no puede quedar en el tintero es, ¿a qué precio está el gobierno comprando la paz?, y ¿cuánto más, de todo lo pagado, nos toca a los colombianos seguir desembolsando por ella?

Fue directo y contundente el letrista y poeta Fabio Polanco cuando el reportero del Canal Capital, Carlos Alberto González, minutos antes de su lectura, le preguntó sobre su opinión acerca de la prórroga del cese al fuego bilateral, y otras inquietudes inherentes al proceso que se debate en Cuba.

“La verdadera paz empieza en el corazón de cada colombiano -enfatizó el vate-. No puede haber paz si no existe ese sentimiento en lo más recóndito de quienes habitamos y nos enorgullecemos de este hermoso país, y procuramos con trabajo, fervor y honestidad, hacer posible ese anhelo, y llevarlo a la práctica. La firma de un documento, vaya a uno a saber a qué precio, no garantiza la paz”.

La paz en la voz de un poeta que sufrió de niño el azote de la violencia y se vio forzado a huir de la tierra de su nacencia, se tornaba una vez más prístina y elocuente gracias al milagro de la palabra, que es el verdadero espíritu, el que nos distancia de lo salvaje e irracional, es decir, de lo que a su paso demoledor da cuenta luctuosa de los horrores de la guerra, el odio, la muerte y la orfandad.

Actos poéticos como los de Polanco y sus artistas invitados se deberían repetir a menudo en salas y espacios públicos, en colegios y universidades, como una contribución a la cultura colectiva, al amor y el interés por lo que nos corresponde: el digno territorio que la Divina Providencia nos confirió para vivir y ver crecer a nuestros hijos, y para incentivar en cada uno de ellos la grandeza, los valores, el respeto, la solidaridad, y el efecto prodigioso que depara el arte en todas sus manifestaciones.

La poesía, una de ellas. De ahí que debe seguir teniendo la palabra.

Vídeo de 'El llanto de Bolívar': http://bit.ly/1JQYIkG 
Share this post
  • Share to Facebook
  • Share to Twitter
  • Share to Google+
  • Share to Stumble Upon
  • Share to Evernote
  • Share to Blogger
  • Share to Email
  • Share to Yahoo Messenger
  • More...

0 comentarios

 
© La Pluma & La Herida

Released under Creative Commons 3.0 CC BY-NC 3.0
Posts RSSComments RSS
Back to top