jueves, 26 de noviembre de 2015

Gabriela Arciniegas desnuda sus 'Bestias'

La escritora Gabriela Arciniegas, en el ático de la librería Wilborada, en Bogotá, durante la presentación de 'Bestias', su primer libro de cuentos. Foto: La Pluma & La Herida
Ricardo Rondón Ch.

Esta noche, todo pareciera estar confabulado para la cita que nos reúne: la bella y antigua casona de Quinta Camacho, demarcada con el 10-47, año en que fue canonizada Vilvorada de Saint Gall, santa patrona de los libreros y los bibliotecólogos; su anfitriona en estos tiempos, Yolanda Auza, a quien agradecemos su invitación; la luna de embrujo, preñada de misterios de este noviembre que agoniza, ustedes, ávidos e inquietos lectores, y una maestra del suspenso sicológico, Gabriela Arciniegas.

Advertencia: no se les haga extraño, en el transcurso de la lectura de los cuentos de Gabriela, once en total, bajo el título de Bestias, que las lucecitas que alumbran este recinto se empiecen a debilitar, y que nos sobrecoja de repente un viento bochornoso y seco como el simún de los desiertos.

Es que los relatos de Arciniegas no solo están en su imaginación, y esta noche en el libro que los compila, el de la colección Continental, de Editorial Laguna, ilustrados per se por las eyecciones de tintilla de Rafael Díaz, sino que tienen vida propia, son orgánicos y se retroalimentan de su relecturas, una y otra vez, como una obsesión, con sus debidas pausas, sin prisas, con el aliento en la nuca de sus protagonistas; se muestran en su pulpa, se despellejan en sus capas embrionarias más íntimas, palpitan, huelen, sangran, nos untan.

Tal es el resultado de la lectura de estos cuentos, que si ahora mismo la hiciéramos ante la luz moribunda de un candil, desfalleceríamos en el intento. Hace dos años, Gabriela ya nos había usurpado la placidez del sueño con su primera novela, Rojo sombra, que narra la siniestra y espeluznante aventura por el submundo bogotano del joven estudiante de literatura Esteban Castillo, asesino caníbal, 602 páginas de horror, carnicería y linfa humanas, que están en mora de ser adquiridas por el Banco Nacional de Sangre para las drásticas emergencias que se nos avecinan, con y sin acuerdos de paz.

La autora, en Rojo sombra, nos abrió de par en par las puertas de su averno, como si no fuera suficiente el de la cotidianidad. Nos sentimos tan intimidados y perseguidos por la umbría de su depredador insaciable, que nos vimos obligados a cambiar los cerrojos de puertas y ventanas; a proveernos de las goticas dormilonas que promociona al por mayor el doctor Santiago Rojas, a recuperar el devocionario de la abuela, y a dormir con la luz encendida del televisor, que la doctora Esther Balac, domingo a domingo, recomienda para el buen sexo.

Feliz reencuentro de Gabriela con su profesora del bachillerato, doña Clara de Benrey, en el Colegio La Candelaria, en Bogotá. Foto: La Pluma & La Herida
Y vuelve y juega Gabriela con su monstruosa rayuela en las arenas límbicas de su literatura fascinante. Discípula aventajada de Edgar Alan Poe, de Howard Phillips Lovecraft, de Robert Louis Stevenson, de Patrick Süskind, de Stephen King, del Conde de Lautréamont, y de una considerable porción de la literatura de terror; pero también de Jorge Luis Borges, y de su abuelo, el historiador, ensayista, periodista y diplomático, el gran americanista y visionario de nuestros tiempos, Germán Arciniegas, Gabriela nos entrega con Bestias, su primer libro de relatos, un boleto a bordo en el tren de sus imaginerías, poblado de  descabelladas criaturas, de la desmesura y la indefensión de las mismas, en un mundo donde las verdaderas bestias, a la otra orilla de la ficción, están detrás del monumental escritorio de un plenipotenciario financiero, encabezando la mesa de juntas de un laboratorio farmacéutico, en el púlpito supremo de una dictadura roja en una república del Caribe, o en las antípodas, en el Medio Oriente, al frente de un ejército de niños con fusiles Kaláshnikov al hombro, impartiendo instrucciones para volarse en pedazos en nombre de Alá.

Pero las Bestias de Gabriela no son tan pusilánimes como las del planeta esquizofrénico y virtualizado que hoy nos acoge. De hecho, pueden pasar por inofensivas si no se les ataca. Están entre nosotros y no nos damos cuenta. Cuántas veces somos ellas. Están siempre al acecho, olisquean umbrales y aceras pútridas, superan los extramuros de la fatiga con una diadema de telefonía, por un mísero sueldo en las cuadrículas de los call center, sin tener remota idea que han sido ‘resucitadas’ del Pleistoceno; se transmutan en enormes peces de aletas transparentes, o en cucarachas kafkianas de largas antenas que provocan la envidia de ciertas señoras de casa; algunas salen al ruedo, y en franca lid con la bestia cerebral, desafiante y travestida, siguen el juego del acero toledano al compás de un pasodoble, se hacen romper el pellejo y mueren con la certeza de haber triunfado.

Los monstruos, los engendros, los licántropos, las apocalípticas deidades, los tumores malignos que cobran vida humana, las adoratrices del poder y de la vanidad que cualquier día, frente al óvalo del espejo explotan en fluidos sintéticos, pústula y babas, son exaltadas y redimidas por el poder terrenal que infiere la literatura, entre el asombro, la belleza y el horror, como en los cuadros de Edvar Munch y Marc Chagall, la de Gabriela Arciniegas, quien nos propone una narrativa singular del género fantástico -valga la analogía-, realmente escaso en la literatura colombiana-, de lo bello, terrible y efímero de la vida, de lo que jamás podremos descifrar y comprender.

La autora firmando libros. A su lado, Rafael Díaz, joven artista plástico, ilustrador de 'Bestias'. Foto: La Pluma & La Herida 
Bestias, once piezas precisas, magistrales, a las que no les sobra ni les falta nada, de un género complejo y de sumo respeto y oficio como es el cuento. La ira, Rocío, Pleistocénica, Baal, Blatta, Pupila, Regido por la luna, Conjurados, Teratoma, Alita, La lengua de los ángeles, todas y cada uno de ellas ajustadas a la poderosa sincronía de su creadora, a su voracidad sin límites por el alfabeto fantástico, a esa fiesta orgiástica de vicios, deleites y venenos que ella, Gabriela, nuestra Lady Macbeth de la posmodernidad literaria, ya nos tiene acostumbrados.

Doce vuelos escalofriantes de la imaginación, que nos remiten a citar al célebre Lautréamont en sus narcóticas divagaciones por el quehacer literario:

“Las perturbaciones, las ansiedades, las depravaciones, las excepciones de orden físico y moral, el embrutecimiento, las alucinaciones servidas por la voluntad, los tormentos, la destrucción, las lágrimas, la insaciabilidad, la esclavitud, lo inesperado, la química del buitre que acecha la carroña, las envidias, las traiciones, las tiranías, las impiedades, los arrepentimientos, las oraciones fúnebres, los despropósitos, la demencia, el spleen, la neurosis, las matrices sangrientas, la exageración, lo tosco, lo chato, lo deforme, lo lúgubre y criminal, lo sonámbulo y sombrío, lo equívoco y viscoso, lo espasmódico y anémico; todo lo bello, abominable y extraordinario, hace que un escritor de horror y suspenso ruede por la pendiente a la nada, dejando a su paso las piedras que el tiempo se encarga de ofrecernos, paso a paso, tropezón a tropezón, en el laberíntico e ineluctable camino hacia la muerte”.

Esta noche, Gabriela Arciniegas, con Bestias, nos participa once de esas piedras crepitantes de azufre, nitrógeno, litio y fuego, como debieron ser las del Big-Bang en el génesis del universo, y que millones de años después, en la desembocadura de un furioso río africano, germinara el cromosoma dividido como una afelpada y rugosa semilla de frijol, de la primera bestia terrenal.

Los invito a compartir las Bestias de Gabriela con la memorable frase del Proyecto de la Bruja de Blair: “Tengo miedo de cerrar los ojos, tengo miedo de abrirlos”.


Gabriela Arciniegas (Bogotá, 1975). Escritora, poeta, traductora, catedrática, Magíster en Literatura Latinoamericana, especialista en docencia universitaria, ha publicado: Sol menguante (poesía, 1995), Awaré (poesía, 2009, libro ganador del concurso de Ediciones Embalaje, del Museo Rayo),  Rojo sombra (novela, 2013), Bestias (cuentos, 2015). Algunos de sus relatos y poemas aparecen en diferentes antologías. Próxima a radicarse en Chile, trabaja en un guion para su primera película.
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