miércoles, 4 de noviembre de 2015

Serrat, en la tierrita...

Joan Manuel Serrat conquistó por primera vez Tunja con su genio y sus canciones. Foto: Diego Peña, de Portal Boyacá
Ricardo Rondón Ch.

Serrat, en Tunja, ¡vaya! una primera vez…

La única en su ya legendaria carrera musical que completa 50 años, y cuya actual gira por Latinoamérica (incluidas ciudades colombianas como Bogotá, Cali y Medellín) él ha denominado -igual que su compilado musical de efemérides-, Antología desordenada.

Joan Manuel Serrat acaba de dejar huella para la posteridad en la también conocida ‘Cuna de la Libertad’, como invitado especial al 43° Festival Internacional de la Cultura, el pasado martes 3 de noviembre.

Los tunjanos, gente culta y de rancia bohemia, los de ayer y los de hoy, demostraron ser serratianos de ley. Y no sólo los de la capital boyacense, porque a la fiesta con el cantautor catalán se dieron cita, “gentes de diez mil raleas” de Paipa, Villa de Leyva, Duitama, Sogamoso, Nobsa e intermedias.

En primer plano, doña Gladys Myriam González, de Duitama, ferviente admiradora de Serrat. Foto: La Pluma & La Herida
El Coliseo Municipal de Tunja, que a primera vista semeja en su estructura un enorme templo adventista, no tuvo un lleno que se diga hasta las banderas (algunos claros en las graderías laterales), pero fueron los que debían ir, es decir, quienes al enterarse previamente de la presentación del entrañable ‘Nano’, se fueron a la taquilla, como citan los criollos de la Pampa Argentina: “A pagar por el pago”.

Doña Gladys Myriam González Sánchez, por ejemplo, una chirriadísima profesora de danza de Duitama, “solterona a mucho honor”, aseguró que no sacaba a cepillar la percha de varios años, y que la oportunidad de ver de viva voz a su ídolo, no se la iba a perder por ningún motivo. Si vieran como se fue de ‘pispa’ y fragante al concierto, acompañada de un grupo de amigas.

Memorable actuación del duitamense Albeiro Acevedo, telonero del concierto, que se robó los aplausos del respetable. Foto: La Pluma & La Herida
Lo mismo que el ingeniero ambiental Carlos Gamba, de Tunja, que hacía 30 años no veía a Serrat en concierto. La última vez, en Cali. O, Leonel Isauro Espitia, de Villa de Leyva, exitoso comerciante y juicioso coleccionista de la discografía del juglar de Poble- Sec -el barrio barcelonés que vio nacer al mentor de Mediterráneo-, que se ha dado el lujo de verlo, no sólo en Colombia, sino también en Lima, Buenos Aires, Ciudad de México, y al otro lado del Atlántico: el buen gusto que respalda una economía boyante.

De las nuevas generaciones, el chef tunjano Leonel Jaramillo, acompañado de su novia, Jenny Hernández, enfermera de profesión, marcó la diferencia entre los asistentes con un atuendo bien original: un vistoso poncho artesanal que adquirió en sus correrías por el Cuzco, apenas para el deleite de los fotógrafos de sociales.

El chef tunjano Leonel Jaramillo, acompañado de su novia, objetivo de los fotógrafos sociales por su original poncho. Foto: la Pluma & La Herida
La velada inició a la hora pactada, siete de la noche, con la aparición como teloneros del gran Serrat de dos talentosos vástagos de la campiña boyacense: Albeiro Acevedo, de Duitama; y Sergio Jiménez, de Sogamoso.

Ambos en la corriente del pop con una gran dosis de mensaje social. El primero, que deleitó con un manojo de canciones de su autoría, la más aplaudida ‘Somos raza’, dedicada a la tierrita, que armado de su guitarra folk entonó a dos voces con su virtuosa hija adolescente, que sigue precipitada los pasos de su padre.

El segundo, Sergio Jiménez, que levantó el ánimo y los aplausos de la concurrencia cuando compartió su composición y vídeo ‘Campesino’, jingle para el mundo en lo que concierne al turismo y a las competencias internacionales de ciclismo, con la figura raizal del genio de este deporte, Nairo Quitana, oriundo de Cómbita, Boyacá.

Albeiro y Sergio se explayaron en demostraciones de agradecimiento por tener la fortuna de abrir el concierto del maestro Serrat, pilar e inspiración de sus motivaciones artísticas, y modelo a seguir para las generaciones venideras.

El querido y admirado actor Carlos Muñoz, mano en el pecho, agradeciendo el homenaje que le brindó el público. Foto: La Pluma & La Herida 
En el auditorio, en primera fila hacia el ala izquierda, estaba ubicado el querido y admirado actor Carlos Muñoz, que ese día, en horas de la tarde, fue motivo de un reconocimiento a su vida y obra, a su polifacética carrera, tanto en la radio como en la televisión, esta última, de la que fue uno de sus fundadores. El aplauso para Carlitos se oyó en varias oportunidades, y él correspondió a esa gratitud con reverencia, cruzando solemne los brazos en el pecho.

Joan Manuel Serrat apareció entre reflectores, de negro riguroso, como un predicador, a las 8:47 pm. Luego de interpretar ‘De vez en cuando la vida’, una de sus joyas de repertorio, saludó al respetable que lo aclamaba y vitoreaba con un “bienvenido público boyacense, bienvenidos forasteros, gracias por compartir estas páginas con nosotros…La vamos a pasar de maravilla”.

Vino una nueva melodía, ‘Hoy por ti’, que a mitad de trayecto se vio interrumpida, justo en el umbral de la tarima, por los incómodos murmullos y alteraciones de uno de los organizadores que intentaba por todos los guarismos ubicar en butacas a un grupo de lagartos que llegaron tarde. La chiflatina no se hizo esperar y el veterano de la bulla, encogidos sus hombros como gato apaleado, buscó nicho a la sombra, donde no volvió a moverse ni a chistar sílaba.

De resto, cómodo, cálido y coloquial el concierto, precisamente porque el auditorio en su infraestructura, guardada su mesura, así lo permite. Serrat jugándose sus habituales impertinencias con sus seguidores, con los integrantes de la banda, con su eterno pianista y arreglista, el también catalán y contemporáneo suyo Ricard Miralles Izquierdo. Serrat en sus 72 francos y bien disfrutados años, con infinidad de vueltas al orbe, haciendo lo que más le gusta, como él subraya: “Vivir del cuento, hacer posible una vida más vivible y generosa a través de la música y la magia del alfabeto. Y tener el privilegio de compartirlo con ustedes”.

La crema y nata de la sociedad tunjana, maravillada con el repertorio del cantautor catalán.. Foto: La Pluma & La Herida 
Estuvo de largo Serrat, sin atafagos ni interrupciones, abrevando de vez en cuando de una copa de agua; con y sin la guitarra. En un corte de sus salidas repentistas, echándole un piropo a la capital boyacense: “Después de ingresar a Tunja me he sentido en un agradable trance vital. Ustedes son muy hospitalarios. Cuando descienda a territorio cachaco, hablaré muy bien de esta ciudad”.

A ‘Hoy por ti’ siguieron ‘Tu nombre me sabe a yerba’, ‘Las nanas de la cebolla’ (homenaje a los más de cien millones de niños que duermen en las calles, cuarenta mil de ellos que mueren a diario por desnutrición, infecciones diarréicas, explotación laboral, mendicidad y abuso sexual, cuando no asesinados para extraer sus órganos y traficar con ellos), ‘Nada personal’, su sentida interpretación de ‘Pueblo blanco’, ‘Canción de cuna’, ‘Palabras de amor’ (en catalán), ‘Me gusta todo de ti’, ‘Esos locos bajitos’, ‘Para la libertad’, ‘No hago otra cosa que pensar en ti’, y la letra que lo disparó, recién superada la adolescencia, al estrellato definitivo: ‘Mediterráneo’.

Un breve intervalo para presentar a sus músicos y recordarles que, si les sobra ánimo y disponibilidad, “el público tunjano, como van las cosas, no va a ser tarea fácil decir adiós”.
Y así sucedió: dos horas largas con petición unánime de dos salidas de ñapa a fuerza de aplausos, luego de interpretar ‘Romance de Curro el Palmo’, ‘Hoy puede ser un gran día’ y la infaltable del menú, ‘Cantares’.

Cuando todo el mundo creía que con este homenaje que él acostumbra hacerle al poeta Antonio Machado, se había finiquitado la función , el ‘Nano’, siempre pródigo y condescendiente sacó de su chistera imaginaria dos cartas más para rematar como Dios manda, seguramente el primer y único concierto en predios de Tunja, Boyacá y sus campos: ‘Fiesta’, con tarjeta marcada a las 10:35 de la noche.

Imperdonable que durante el concierto de Serrat no hayan habilitado la pantalla grande para comodidad visual de los espectadores de atrás. Imperdonable que la organización no le haya hecho entrega de la emblemática ruana de ovejo urdida en telares de Nobsa. Imperdonable ver gente, en pleno concierto, bestializada con el esquizofrénico washapeo de sus móviles.

Imperdonable que entre los ‘distinguidos’ invitados sin boleta de oro y platino no se haya visto a Nairo Quintana; Serrat; que ha sido tan aficionado al ciclismo como al Barca, y que lo narró con lujo de detalles para la radio española. Imperdonable que la vida sea tan breve para no poder seguir degustando de ese vino auténtico, añejo y saludable, cosecha de 1943, llamado Joan Manuel Serrat, el ‘Nano’, el de siempre.

¡Salud!
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