jueves, 23 de febrero de 2017

'La mujer del animal', violencia explícita, inocultable realidad

Tito Alexander Gómez, actor natural, con un pasado novelesco, encarna al desalmado Libardo en 'La mujer del animal', la nueva película de Víctor Gaviria. Foto: Laboratorios Black Velvet  
Ricardo Rondón Ch.

No será extraño que cuando se enciendan las luces mientras la lista de créditos se vaya desvaneciendo, murmullos y miradas se crucen entre abochornadas e impacientes.

Algunas ojeadas femeninas, de entrecejo arrugado, denotarán vergüenza ajena e incredulidad. Se resistirán a aceptar que la demoledora historia que acaban de ver, esté inspirada en hechos reales.

Porque la cinta no puede ser más cruda, agresiva y brutal, tal y como ha sido el drama generacional de la violencia de género -y de las violencias más cruentas- en un país como Colombia, por antonomasia azotado por la barbarie.

Víctor Gaviria (Medellín, 1955), poeta, cronista y vouyerista cinematográfico, regresó a la pantalla diez años después de su premiada película Sumas y restas, con un monstruo de pisadas sísmicas que encarna la ignorancia, la crueldad y el exacerbado machismo criollo, y una mujer sumisa, humillada, pisoteada en su honor y dignidad, que a la par de sus tres hijos, lleva a cuestas el dolor y las miserias de su destino ruin, en un barrio marginal de Medellín.

Con La mujer del animal, Gaviria (parafraseando a Mempo Giardinelli) retorna al santo oficio de la memoria fílmica con un “aquí estoy de nuevo para que no me vayan a olvidar; perdonen la demora…”.

Natalia Polo, joven y virtuosa actriz natural interpreta a Amparo, 'La mujer del animal'. Foto: Laboratorios Black Velvet  
Una película que el curtido cineasta de las barriadas ensombrecidas de la capital antioqueña, la del tango, el malevaje, el vicio y el crimen rastrero que pernocta agotado en lupanares de miedo, entre arrumes de percantas y sicarios, pareciera rubricar con un verso de su propia cosecha:

(…) A ustedes, pensamientos, agradezco/ haber esperado tanto tiempo/ en la última pieza honda de mi vida (…).

Víctor Gaviria se topó de narices con esta historia cuando rastreaba en los bajos fondos a un matón de leyenda -que no era el Sangrenegra narrado por Pedro Claver Téllez- que tuviese similitudes con el Verdugo de verdugos, el libro de Fabio Restrepo, con el que en un principio tenía visualizada una película.

En esas andanzas de reportería, de los cientos de entrevistas que él está acostumbrado realizar cuando se le mete hasta los tuétanos una historia, le llamó la atención el desgarrador testimonio de una señora entrada en años que se presentó como Margarita Gómez, y que como queriendo escupir sobre el asfalto una a una sus desdichas, esa hiel atragantada por tanto tiempo, le plantó rostro para revelarle a secas: “Yo soy la mujer del animal”.

La escalofriante versión de la víctima resumía una joven que escapa de un internado de monjas y busca refugio en la casa de una hermana, en un barrio de invasión de Medellín.

Allí es drogada, abusada y violentada por un maleante, líder de la tenebrosa banda de Los Menancios, al servicio de las bacrines y el paramilitarismo, prófugo de la justicia, que la hace su mujer y la madre de sus hijos, en medio de constantes golpizas, humillaciones, hambre y miseria, ante la mirada despreocupada de los vecinos, y de la misma familia, en un período infernal de siete años, entre 1975 y 1982.

Se trata de la película más impactante y de mayores retos en la filmografía del reconocido director, poeta y cronista antioqueño. Foto: Laboratorios Black Velvet 
Luego de oírla estupefacto, el verdugo de la historia de Restrepo pasó a sala de espera, y La mujer del animal comenzó a incubarse lenta (diez años), agresiva y dolorosa, con una serie de tropiezos en su gestación, como que el sólo hecho de compartir el guion largaba despavoridos a productores e inversionistas.

Contra todo pronóstico, y conociendo la terquedad y las convicciones irreductibles de Gaviria en las empresas que asume, verbigracia Rodrigo D y La vendedora de rosas, el cineasta se dio a la tarea, no solo de seguir esculcando en el espinoso drama de Margarita, sino de entrevistar a una cantidad de mujeres que por el voz a voz fueron acudiendo  para narrar compungidas la crueldad y la sevicia de sus desquiciados hombres.

En ese confesionario itinerante, Víctor advirtió que las mujeres experimentaron una catarsis, un desahogo a ese cúmulo de dolores enquistados que cargaron por años. Una purificadora liberación a los horrores. Y un interrogante pasmoso en el colofón de sus cuitas: “¿Por qué nadie hizo nada por nosotras?”.

Paralelo a su desgarrador testimonio, que fue la piedra de toque de la película, Margarita siguió a Gaviria como una suerte de consultora y veedora a lo largo del rodaje. Cuenta el director que hasta la asesoró en las labores de construcción de las viviendas en el desamparado sector de Nueva Jerusalén, goteras de Medellín.

-No le ponga puertas al rancho, Víctor, que donde vivía con el Animal y con mis hijos, sólo había una tabla recostada a la entrada. Tampoco ventanas. No más un hueco que se tapaba con un pedazo de costal-, recuerda Gaviria que le indicaba la mujer. Con esas especificaciones construyeron el rancho para el rodaje.

Gaviria, en pleno rodaje, en el vulnerable sector de Nueva Jerusalén, goteras de Medellín. Foto:  Laboratorios Black Velvet
Luego vino el casting de actores naturales. La inducción y preparación de los mismos, que con el ojímetro del experimentado director, no fue el trabajo más complejo, pero sí el más lento y dedicado.

Casi diez años para dar con los protagonistas: una jovencísima y talentosa Natalia Polo, en el rol de Amparo (inspirado en Margarita), y Tito Alexander Gómez, conductor de camión, vendedor de chucherías, aspirante a ídolo del despecho y expresidiario, en el de Libardo, el Animal, ¡pedazo de actor!

Así se fue tejiendo, puntada a puntada, con jirones del alma, heridas abiertas, y una sobrecarga de violencia explícita, pero de inocultable realidad, esta historia abrumadora en la que cientos de mujeres golpeadas, ultrajadas, vilipendiadas se van a reflejar a partir del 9 de marzo, cuando en simultánea nacional se exhiba la película más impactante y descorazonada de la filmografía de Gaviria, no sin antes pasar por el Festival Internacional de Cine de Cartagena.

Como acontece con ciertos creadores -uno de ellos el cubano Leonardo Padura- que no quedan satisfechos con la obra en su totalidad, sino que se apropian de un trabajo alterno para contar en minucias cómo se fue concretando y desarrollando el proyecto hasta hacerlo público, Gaviria emprendió un periplo de psicoanalista por sectores marginados de Medellín, alrededor de sus personajes reales, de sus temores y secuelas, de la sumisión a ultranza, y lo más preocupante, de ese silencio de hielo que es el común denominador de las víctimas ante el temor de perder sus hijos o ser asesinadas, y la carencia de solidaridad de quienes viven enterados de dicha violencia, incluso familiares, agregado a la complicidad de los vecinos.

Equipo de producción, escritura, investigación, montaje y dirección del documental 'Buscando al animal'. Foto: Polo a tierra Producciones 
El resultado de cerca de 2.000 horas de material que reúne un promedio de 1.700 entrevistas, entre ellas una de Natalia Polo, la protagonista, está en el laureado documental Buscando al animal, una producción de Polo a Tierra, en coproducción con Viga Producciones y RTVC-Señal Colombia, dirigido por Dani Goggel, con guion de Dani Goggel, Víctor Gaviria y Juan Camilo Ramírez; producido por Daniela Goggel, Víctor Gaviria, Francisco Pulgarín y Vladimir Peña; y la producción ejecutiva de Erwin Goggel, que recibió el premio de Ciencia y Educación en el Festival de Cine de Londres, además de tres nominaciones como Mejor Documental Extranjero, Mejor Montaje Documental y Mejor Cinematografía Documental en ese mismo certamen.

Buscando el animal, el documental, será emitido los días domingo 5 de marzo (9:00 pm), miércoles 8 de marzo (8:00 pm) y viernes 24 de marzo (8:00 pm)., por Señal Colombia.

La mujer del animal viene de recibir los mejores comentarios en festivales como el de Toronto (TIFF) Canadá, su posterior participación en el de Roma, en el BIFF de Bogotá, y de obtener el Premio Coral a Mejor Director en el Festival de la Habana.

No obstante, para Gaviria, su cometido no cesa con la presentación de la película. Víctor pretende ir más allá de la proyección, de los foros y debates que pueda despertar, de los rostros compungidos y las miradas desoladas al final, de las críticas de todos los matices que le puedan llover, porque la historia de Margarita, encarnada en la cinta por Amparo, sigue siendo el tortuoso drama de numerosas mujeres que aún no han cicatrizado sus heridas ni han encontrado sosiego a su lacerante pasado, y que no pueden evitar la pregunta que nadie, a la fecha, se ha atrevido a contestar:

“¿Por qué nadie hizo nada por nosotras?”.
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