miércoles, 1 de febrero de 2017

¡Y Shakira llegó a los 40!

Shakira, en la plenitud de sus 40, arropada de sus dos máximos trofeos: Milan y Sasha. Foto: Getty Images
Ricardo Rondón Ch.

Shakira llegó sin prisas a los 40 años con una escalera a la que aún le sobran peldaños para seguir tocando el cielo cuantas veces se le antoje, con los pies descalzos, o en bicicleta.

40 años, para la gran mayoría de las féminas, una edad crítica y desoladora frente al espejo, cuando las carnes empiezan a escurrirse como la cera, y el estrógeno a mermar, y las citas a la esteticista, al cirujano plástico, al psicoanalista, al señor cura y al astrólogo, no se hacen esperar.

La barranquillera arriba al cuarto piso con dos críos menores de cinco años, una carrera rutilante, un marido mucho más joven, y de ñapa atleta -fuente inagotable de colágeno, dirían otras cuarentonas-, pero en su inventario personal, con la satisfacción de sus sueños realizados, porque pedirle más a la vida, como ha dicho ella, sería un abuso de confianza.

Nunca fui devoto de la música de Shakira. Jamás me he oído completo uno de sus álbumes. Y la única vez que la oí en cantante, a gusto propio, con la voz en su pureza, sin falsetes ni remilgos fonéticos, fue en Hay amores, la bella letra que ella compuso e interpretó para la banda sonora de El amor en los tiempos del cólera, inspirada en la novela homónima de Gabriel García Márquez, autor del mejor perfil que se conozca de la cantante, cuando ella alcanzó el estrellato.

Shakira Isabel Mebarak Ripoll, fruto del amor del joyero William Mebarak Chadid, de origen libanés, y de la barranquillera Nidia del Carmen Ripoll Torrado, de ascendencia catalana, empezó a escribir con pulso firme los anaqueles de su propia dicha a temprana edad, en la preadolescencia, y en los mismos cuadernos cuadriculados que demandaban sus primeros años de bachillerato.

Recuerdo cuando llegaba a las instalaciones de El Espacio acompañada de su mamá, con una grabadora de casetera que no le cabía en el morral, para que quien escribe estas líneas le aportara un comentario sobre una nueva canción, o esos poemas que, contaba doña Nidia, comenzó a garrapatear al tiempo que desenredaba la lengua.   

En los estudios de TelePolanco, grabando el promocional de su primer álbum, 'Magia'. Foto: Archivo particular
En ese entonces, la niña sonriente, menuda, de ojos negros y brillantes como corozos al sol, andaba en el andamiaje de su primer álbum, Magia, que de tanto persistir y por mediación de Ciro Vargas, el cazatalentos de agudo olfato artístico que primero le puso el ojo, grabó con el sello Sony: Puerta grande de lo que se veía venir.

Shakira, que en árabe significa agradecida, no quedaba satisfecha con un simple comentario reducido a un párrafo o a un pie de foto. Insistía en página completa en la sección de farándula con llamado en portada, y con argumentos válidos de que a ella no le importaba sacrificar sus horas de sueño o sus días de descanso en el colegio, donde brillaba con las mejores notas, para dedicárselos a la música, su quimera.

Las visitas al periódico de la novel artista con sus primicias en la radio o en los escenarios, eran frecuentes: de cada ocho y quince días. Y hasta de dos veces por semana. Y no había manera de sacarle el cuerpo o de birlar su persistencia.

Cuando no me encontraba en la planta, ella le decía a la recepcionista que me ubicara por radioteléfono al móvil donde me desplazaba en mis correrías de reportero judicial, o de levantamuertos, como llamaban en el argot callejero a quienes ejercíamos el cubrimiento de necropsias y similares.

-Dígale que yo me demoro… Por lo menos dos horas, porque estamos en un caso bien peliagudo. Y muy lejos-, le informaba a Martica, la encargada de recepción.

Al rato se oía la respuesta:

-Que no importa, que ella lo espera…

-Martica, por favor coméntele que vaya mañana, porque yo llego directo a escribir la crónica que el editor está esperando para publicar en la edición de mañana.

-Que mañana no puede porque tiene vuelo a Barranquilla. Que ella espera el tiempo que sea…, que la disculpe.

La mirada segura y serena de la triunfadora, que bien niña empezó a escribir con pulso firme los anaqueles de su grandeza. Foto: AFP
Así era Shakira en sus comienzos. Y lo siguió siendo a lo largo de su carrera. De una perseverancia, un rigor y una disciplina admirables en una edad en que la voluntad es el poderoso acicate capaz de lograr lo inverosímil, como ella lo demostró con el tiempo, pese a las dificultades de diversa índole que tuvo que superar, incluida la ruina económica de su padre.

Luego vendría para ella la cosecha abundante, el reconocimiento internacional, las giras, los apoderamientos y los contratos con multinacionales, los primeros Grammy (de una colección de galardones que no le cabe en su egoteca), su rúbrica estampada en renglones que la acreditaban como cantautora, productora, bailarina, música, empresaria, Embajadora de Buena Voluntad de Unicef, presidenta de la Fundación Pies Descalzos para la educación y la niñez de escasos recursos, y en una etapa más reciente, la consagrada mamá de Milan y Sasha, sus adorados retoños, producto de su relación con el espigado defensa del Barca, Gerard Piqué.

De esos tiempos en que la cantante en ciernes soñaba con una estrella perdurable en el firmamento, y comenzaba a calentar frente al espejo de bailarina sus caderas de fuego, sólo quedan, para quienes la vimos crecer como la artista en su máximo fulgor de nuestros días, un puñado de postales, algunos recortes de periódicos amarillentos, uno que otro vídeo en cartucho beta -como el primero que le grabó el empresario Fabio Polanco para la promoción de su compilado Magia, en Discos La Rumbita-, y esta sarta de recuerdos que vale la pena avivar a fuego lento en la crepitante celebración de sus 40 calendarios , este 2 de febrero.de 2017.

El amor de su vida y padre de sus adorables criaturas, el defensa del Barca, Gerard Piqué. Foto: Esquire
En el memorable reportaje para la revista Cambio que el Nobel de Literatura de Aracataca le dedicó a Shakira, hay un resaltado que sintetiza el grueso de sus proezas y realizaciones; el espíritu siempre emprendedor de la artista; y la capacidad a contracorriente de no dejarse vencer por la adversidad o ante los más duros y difíciles contratiempos:

La precocidad descomunal de Shakira, su genio creativo, su voluntad de granito y una ciudad natal propensa a la invención artística, solo podían ser los gérmenes de un tan raro destino.

Llega Shakira a los 40 con la sonrisa de siempre, firma autentica de su optimismo y vitalidad, de su derroche de energía, y de esa madurez de champaña real que solo es ofrecida como elixir a selectos privilegiados, uno de ellos, con nombre propio: Gerard Piqué, quien también está de plácemes con su cumpleaños número 30.

(Debe saber el señor Piqué que las loterías más afortunadas del mundo no solo vienen en guarismos como la Navideña, de su país, sino en cajitas de música del caribe como la que el destino, enhorabuena, le dotó como compañera).

¡Que suene el bacarat!
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