miércoles, 13 de diciembre de 2017

Tenor tolimense Juan Carlos Villaraga rinde homenaje a Colombia con 'Canciones con sabor a patria'

El tenor ibaguereño Juan Carlos Villaraga Rengifo con el maestro español Plácido Domingo, en la Ópera 'Simón Bocanegra', en el Teatro Real de Madrid. Foto: Archivo particular 
Ricardo Rondón Ch.

Relámpagos intermitentes en la memoria de la infancia:

En la radiola Crown de la casa paterna de Ibagué gira con su brillo y su scratch un disco del sello Odeón que marca el corte Granada, de Agustín Lara. El padre del niño, el abogado Luis Carlos Villarraga Linares, apoltronado en la sala, observa una y otra vez la carátula y el envés del acetato: Alfredo Sadel/Álbum de oro/16 grandes éxitos.

El pequeño, atento a los altos registros de la voz más poderosa y rutilante que haya dado en su historia musical la hoy demolida y saqueada república de Venezuela, pide a su progenitor que le repita el pasodoble que consagró como el más grande de los compositores mexicanos al menudo, feúco y desgarbado poeta de los lupanares, señalado hasta su muerte por la cicatriz de una cuchillada que una impúdica le dejó en la mejilla derecha.

El doctor Villarraga complace el interés del pequeño que se va acrecentando en las vespertinas de fin de semana con nuevos gustos de una celosa colección de grandes intérpretes, líricos y populares, en la época dorada del vinilo, artilugio de la buena educación sentimental, pasaporte a culturas remotas y desconocidas, y punto de encuentro familiar.

De esa viniloteca -si se me permite la licencia-, van apareciendo, como en baraja de ilusionista carátulas de Plácido Domingo, José Carreras, Luciano Pavarotti, Alfredo Kraus, Enrico Caruso (pionero de la música grabada), y el legendario Fritz Wunderlich, tenor lírico alemán, considerado como uno de los timbres más sublimes del arte lírico en la Alemania de la posguerra, quien falleció al caer de una escalera, a escasos días de cumplir 36 años, y a un par de semanas de su anunciado debut en el Metropolitan Opera House de Nueva York.

La prodigiosa voz de Wunderlich y su desgarradora historia de vida, cuando el mejor amigo del tenor, el barítono Hermann Prey, emocionado por el gran paso que iba a dar en el Opera House, le dijo que se acercaban buenos tiempos, y que un cantante lírico solo está estructurado cuando llega a los 40 años, marcó sobremanera las inquietudes musicales del niño ibaguereño, embebido con las poderosas arias del trágico Wunderlich, que invadían los rincones de su casa.

Villaraga interpretando el repertorio del maestro Fabio Polanco, en los actos protocolarios de la visita del Papa Francisco a Colombia, en la Catedral Primada. Foto: La Pluma & La Herida
Primeras referencias de la música clásica y del canto lírico en la naciente vida de Juan Carlos Villarraga Rengifo, que en el colegio -en una ciudad por tradición musical como la capital tolimense-, en los albores de la adolescencia, revelaba con su voz en los centros literarios, en las sesiones solemnes, y en las animadas veladas familiares de ponche, buñuelos y natilla, nutrido por las clases de técnica vocal con profesor particular auspiciadas por su señora madre, doña Piedad Rosario Rengifo.

En aquella época, el tema del arte musical, y de la mayoría de las artes, era visto en las mejores familias como un hobbie, una cualidad relacionada con el divertimento y la seducción, cuando no un pretexto para la bohemia, el goce sin par y la camaradería. De ahí que Villaraga Rengifo decidió resolver presuroso la papeleta de su futuro profesional en una carrera seria como la Ingeniería Industrial, primero en la Universidad de Ibagué y luego en la prestigiosa Escuela de Ingeniería Julio Garavito, de Bogotá.

No obstante, el gusanillo del canto seguía ahí presente, perturbando la cátedra de algoritmos, procesos sistemáticos, engranajes y maquinaria, al punto que Juan Carlos solo esperaba con ansiedad el fin de semana para permitirse un solaz con los discos del gran Pavarotti, su alter ego, y en la soledad de su habitación, frente al espejo, henchido el pecho y la voz a todo pulmón, tratando de imitarlo en sus arias celestiales.

Cualquier día, Orlando Rengifo, profesor de canto de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Manizales lo oyó cantar, y le manifestó que le pusiera cuidado a su voz, que se escuchara a sí mismo, que algo importante había ahí, y le recomendó que se esforzara por seguir las dos carreras al tiempo: la ingeniería y el canto.

Villarraga era consciente de que no se hallaba con la ingeniería, y que si se empeñaba en sacar adelante la carrera, era por no lastimar la quimera de los padres a la antigua, orgullosos de presentar en sociedad a un hijo médico, ingeniero, sacerdote o senador de la República.

Como Iván 'El Gitano', de 'La leyenda del beso', en el Teatro La Moncloa, de Madrid. Foto: Archivo particular 
Hasta que Juan Carlos no resistió más y decidió poner las cosas claras con sus progenitores, de quienes recibió la comprensión y el apoyo necesarios para concentrarse en sus estudios de canto lírico, que él fue descubriendo como una asignatura ardua, compleja; un compromiso que le demandaba, como ningúno, férrea disciplina, jornadas extenuantes de ensayo, y dedicación absoluta. Y así lo asumió. Era él y su arte: un vínculo estrecho que confina actividades sociales, amigos, novias, caprichos y embelecos de juventud.

Juan Carlos Villaraga in crescendo en el estímulo y la formación con el arte lírico, tomó clases con el reconocido barítono cubano Ramón Calzadilla, quien lo animó a participar en los festivales de ópera de Bogotá, conquistando los primeros puestos en 2005 y 2007, y en 2011 como protagonista, declarado fuera de concurso.

Villaraga se tomó tan a pecho su nueva y definitiva profesión, que a la par de los estudios esenciales de italiano, como lengua operática por excelencia, y de sus visitas a Italia en varias temporadas, se interesó también por el inglés, el francés, el ruso y el alemán, a través de las fonotecas líricas que abundan en Europa, de fácil acceso a estudiantes, catedráticos y figuras del bell canto de todos los rincones del mundo.

En Colombia, su debut como cantante lírico en escena fue en el Teatro Colón, con la Fundación Jaime Manzur, en la zarzuela Luisa Fernanda, con el protagónico de Javier Moreno, y su familia ibaguereña en las primeras filas de platea, reconociendo con fervorosos vítores y aplausos los esfuerzos y sacrificios de mucho años, y acreditando con orgullo las virtudes de aquel niño silente y pensativo que pasaba las horas lelo ante los inalcanzables timbres de Wunderlich y Pavarotti que su padre ponía en la vieja radiola Crown.

Como Don José, en la Ópera 'Carmen', de George Bizet, teatro Tivoli, dde Barcelona. Foto: Archivo particular
El timbre de tenor lírico de Juan Carlos Villaraga Rengifo es propicio para cualquier repertorio. Esa maleabilidad de su voz, le da el carácter y el rigor polifuncional para pasar sin dificultades, por ejemplo, del principesco Tamino de La Flauta Mágica, de Mozart, al dramático y desgarrador Don José, de Carmen, de Bizet, pasando por el bucólico y romántico Fernando de Doña Francisquita, zarzuela de Amadeo Vives (basado en el texto de La Discreta enamorada, de Lope de Vega), con el que puso de pie al encopetado público del Teatro Tivoli, de Barcelona, allí donde en épocas gloriosas cantó el gran Caruso y debutó Alfredo Kraus.

Hoy en día, reescribir el palmarés del tenor Juan Carlos Villaraga Rengifo, no solo honra su calidad de intérprete y la enorme suma de sacrificios, sino la de su familia y el terruño ibaguereño que lo vio nacer. En su orgulloso portafolio –como llaman ahora al currículum- aparecen registradas una tras otra sus proezas con el bell canto: su debut en el exclusivo Ópera Seabrook, de Filadelfia (EEUU) con Carmen, en el rol de Don José; en España, en el Teatro de la Ópera de Moncloa, con Tamino, de La Flauta Mágica; en el Teatro Real de Madrid, como corista de la ópera Simón Bocanegra.

Uno de los más significativos logros de su rutilante carrera, fue haber ganado la convocatoria de talentos de capitales como Madrid, Buenos Aires, Nueva York y Bogotá. Villarraga fue el elegido en 2016 para interpretar a Ricardo, protagonista de la ópera Gustavo III (también conocida como Una venganza en dominó), que narra los cruentos acontecimientos que condujeron al asesinato del rey Gustavo III de Suecia, presentada con los mejores comentarios de la crítica especializada en el Teatro Jovellanos, de Guijón (Asturias), bajo la dirección del maestro José Gómez, docente de la Escuela Superior de Canto, de Madrid, que es como el Vaticano del canto lírico en España.

Con estas rúbricas de molde en las Europas cultas e ilustradas, Juan Carlos Villaraga Rengifo regresa a su patria a reencontrarse con los suyos, con la familia del canto lírico y de la música que enaltece nuestro patrimonio, representada en la Fundación Jaime Manzur y su habitual Temporada de Zarzuela, y con la Gran Rondalla Colombiana, bajo la batuta del maestro al piano Jorge Zapata.

En la Casa de Poesía Silva, en Bogotá, con el poeta Fabio Polanco, como tenor invitado al recital La Paz tiene la Palabra. Foto: La Pluma & La Herida  
A través de esos conciertos, Villaraga conoce al poeta y compositor tolimense Fabio Polanco, quien le comparte un puñado de letras de su autoría para que las interprete en su voz privilegiada. El resultado, un estupendo trabajo discográfico que bajo el título Canciones con sabor a Patria, en ritmos autóctonos de la región andina colombiana, pasillos, bambucos, torbellinos, y algunas versiones como Flor y verso y Canto a mi patria, a dos voces, cantadas por el tenor y declamadas por el autor, arreglos producción y dirección de Jorge Zapata, refrescan el jardín del pentagrama nacional, hoy por hoy indiferente a los medios de comunicación, sobre todo la radio, atosigada de ruidos estrafalarios y párrafos procaces y de mal gusto, rotulados con éxito luciferino bajo el formato de música urbana.

Para el tenor tolimense, Canciones con sabor a patria es una deuda personal que él de tiempo atrás tenía pendiente saldar. Dice al respecto:

“Una oportunidad que estaba buscando, la de apropiarme y afianzarme en mis raíces musicales. Un sentimiento presente que siempre he llevado en mi equipaje, a donde quiera que he ido, en la diáspora, en los momentos cumbres de mi carrera como cantante lírico, en los extramuros del planeta, como sucedió cuando trabajé en un consorcio de casinos y entretenimiento de Guangzhou, China, y en esas lejanías te dan esos irreparables ataques de nostalgia cuando oyes un pasillo que te cuenta cosas bellas de tu patria. Allí, ganándome la vida interpretando arias de óperas del mundo, no podía evitar las lágrimas al recordar el cancionero legítimo de la tierra tolimense que señaló mis primeros pasos. Por eso este disco, Canciones con sabor a patria, es un reencuentro con lo que me pertenece, y sus letras profundas de paisajes y añoranzas, me incitan a revivir el inmenso amor que siento por Colombia, con todo el dolor y la complejidad que encierra, más allá de sus fronteras”.

El mayor beneplácito con estas páginas criollas se produjo el 23 de mayo de 2017, con un público que abarrotó el Teatro Jorge Eliécer Gaitán, cuando Villaraga, de etiqueta, interpretó el pasillo Flor y verso, en el marco del homenaje que la Gran Rondalla Colombiana le hizo al maestro Fabio Polanco.

Villaraga y Consuelito Rodríguez, mecenas del arte y la cultura, y directora del Instituto 'León Tolstoi', en Bogotá. Foto: La Pluma & La Herida
Comenta el tenor: “Ahí sentí, como nunca lo había experimentado, con el corazón acelerado, la grandeza y el significado de nuestros valores culturales y de la música que nos identifica. Por fortuna, hay muchos colombianos que la siguen y la aprecian, y eso es más que reconfortante para nosotros los artistas”.

Lo dice un caballero del arte lírico, que no obstante haber compartido escenarios internacionales con figuras consagradas como el italiano Leo Nucci (el mejor Rigoletto de la historia), y los españoles Pedro la Virgen y Plácido Domingo, entre otros, conserva su sencillez y calidad humana, distante de las bagatelas de la presunción y la fama, siempre afincado en el respeto, el profesionalismo y la responsabilidad que demanda el bell canto.

“El arte lírico -agrega el tenor tolimense- es como la religión del intérprete, cuando de asumir la vocación se trata. En Europa, el elegido se entrega en cuerpo, mente y alma a su profesión, como si se tratara de un atleta de alto rendimiento, y su estudio y preparación está subvencionada por el Estado. En países como Austria, Italia o Alemania, es un orgullo de patria patrocinar y promocionar un talento, porque así se contribuye al engrandecimiento y el prestigio de una nación. Aquí sucede todo lo contrario. Como el canto operático es para un reducido núcleo, las oportunidades escasean, y la paga por función o temporada, es ínfima. Da pena traerlo a colación, pero un cantante lírico en Italia, Francia o Alemania, cuenta con una tarifa diez veces más alta de lo que le puede usufructuar en Colombia. Esa es la realidad”.

Cualquiera, de manera despectiva, podría controvertir: “Y si es tan buena la oferta en Europa, ¿qué hace un genio operático como Villaraga en Colombia?

La misma pregunta, en otras disciplinas, se les trasladaría a Radamel Falcao, a Mariana Pajón, a Nairo Quintana, a la virtuosa mezzosoprano de Buenaventura Betty Garcés, o al mismo Valeriano Lanchas. Ellos coincidirán que el sentido de pertenencia y el amor de patria es más grande y significativo que la bolsa de valores y su equivalente en dólares o euros.

Portada del álbum 'Canciones con sabor a patria', letras del poeta y compositor Fabio Polanco, interpretadas por Juan Carlos Villlaraga. Foto: Cortesía
Villaraga lo sabe desde que optó por la ruta de las oportunidades al otro lado del Atlántico, y en la medida en que se fue dando a conocer, fue cobrando con creces los frutos merecidos de una carrera forjada con estoicismo, grandes esfuerzos  y limitaciones en un país como Colombia, donde el presupuesto de la educación, la salud, el agro, la ciencia y la cultura, desaparece en las manos codiciosas del clientelismo, la burocracia y la corrupción.

Si Juan Carlos Villaraga Rengifo, hijo virtuoso del Tolima Grande, motivo de orgullo para su tierra, y modelo a seguir para las nuevas generaciones se debate todos los años en un tránsito itinerante entre Colombia y Europa, como decían los abuelos en la suma lacrimógena de sus pesares, es porque la sangre tira y el humor y el calor de la nacencia se lo reclaman.

Y es bienvenido siempre a estas tierras, no solo por el torrente de voz conque la divina providencia lo dotó, o por brillar como uno de los destacados intérpretes líricos del momento, como lo sustenta su envidiable currículum. Lo es también porque cuando llega a Ibagué, trasciende como un lugareño más entre la concurrencia que asiste a la misa dominical de las doce del día en la catedral, y luego con su familia, con sus amigos y compañeros de universidad, se integra en una heladería a disfrutar de un refresco y a recordar viejas épocas.

O en las noches estrelladas de diciembre, como es costumbre en las provincias calentanas, de taburetes y mecedoras recostadas en árboles aromáticos de patios traseros y de antejardines, entonar con arpegios de tiples y guitarras esos bambucos, pasillos y torbellinos que le llegan al alma.

Villaraga Rengifo (lo ha comentado en varias oportunidades), estaría dispuesto a orientar un semillero de noveles cantantes líricos en la capital tolimense, si las instituciones encargadas atendieran sus proyectos. Pero él ya está curtido de circular propuestas que pasan del escritorio de los funcionarios a la papelera de documentos, y de allí, al cesto de la basura; o de oír el amañado libreto de que no hay presupuesto, y menos en épocas de turbulencias electorales.

Prefiere la sinceridad y el entusiasmo que en él depositan amigos y compañeros de lides artísticas como el maestro Fabio Polanco, o el pianista Jorge Zapata, director de la Gran Rondalla Colombiana, cuando lo convocan a sus conciertos, como el de gala programado para el viernes 15 de diciembre de 2017, en el Teatro Astor Plaza, en Bogotá, donde una vez más alzará su voz de tenor lírico con las entrañables melodías del folclore nacional, el que nos corresponde, el que se remonta a la cuna que nos meció, y nos cita a rememorar los bellos paisajes, el amor de los seres queridos, la nostalgia de los que se fueron, y aún la esperanza de una patria sufrida, saqueada y golpeada, que merece nuevas oportunidades.

Prográmese: Viernes 15 de 2017, concierto de La Gran Rondalla Colombiana y el tenor Juan Carlos Villaraga. Teatro Astor Plaza (Calle 67#11-58). Hora: 8:00 p.m. Boletas en las taquilla del teatro o en TuBoleta.com. 

Juan Carlos Villaraga y la Gran Rondalla Colombiana, interpretando 'Granada': 
bit.ly/2AFxbnQ 

Juan Carlos Villaraga en 'Tosca', Antología de la Ópera: bit.ly/2AH5nzq
Share this post
  • Share to Facebook
  • Share to Twitter
  • Share to Google+
  • Share to Stumble Upon
  • Share to Evernote
  • Share to Blogger
  • Share to Email
  • Share to Yahoo Messenger
  • More...

0 comentarios

 
© La Pluma & La Herida

Released under Creative Commons 3.0 CC BY-NC 3.0
Posts RSSComments RSS
Back to top